A mediados de abril de 2020, casi todos los países del planeta habían procedido al cierre de las escuelas y otras instituciones educativas en todo el territorio en respuesta a la pandemia de COVID-19, queafectó a más de 1 570 millones de alumnos, lo que representa más del 90% del total de la población escolar matriculada en el mundo. Si bien esas medidas son esenciales para contener la propagación dela enfermedad y proteger la salud pública, podrían provocar una crisis mundial de aprendizaje en todoslos niveles del sistema educativo. Durante la crisis, la respuesta educativa se ha centrado en garantizar la continuidad del aprendizaje mediante la movilización de una serie de recursos y modalidades sin tecnología, de baja tecnología y de alta tecnología, para llevar el contenido didáctico de los entornos escolares a los hogares de los alumnos. Lo que a veces se pasa por alto es que en el centro de estas respuestas se encuentran millones de profesores, directores de escuelas y demás personal educativo que son los trabajadores de primera línea del sector de la educación durante cualquier crisis, y que han demostrado un alto nivel de compromiso y creatividad ante la COVID-19. Hasta la fecha,al menos 63 millones de maestros de enseñanza primaria y secundaria se han visto afectados por la pandemia. Además, la interrupción de la enseñanza ordinaria ha tenido consecuencias para los estudiantes de las instituciones de formación de docentes, lo que podría agravar la actual escasez a escala mundial de profesores cualificados en el futuro.